2.2.1 Declaración y objetivos de la visión o misión

La política docente necesita como mínimo una breve declaración sobre su contenido y una justificación de su importancia donde se establezcan algunos objetivos globales que indiquen las direcciones y definan dónde quiere el país o el sistema que se encuentre su profesión docente en el futuro. Deben prevalecer tres conceptos clave para establecer los objetivos:

  • eficacia del docente;
  • motivación del docente; y
  • profesionalidad del docente.

Los objetivos finales son el acceso universal a una educación de la máxima calidad posible por parte de todos los ciudadanos de la sociedad, incluso los más marginados. A partir de la evidencia recabada de muchos países, los docentes constituyen el factor más importante que determina si se alcanzarán estos objetivos (al menos en cuanto a factores que puedan verse influidos por los responsables de la política educativa). Por tanto, la eficacia de los docentes es una parte primordial de la declaración de la misión.

La eficacia se puede definir de acuerdo a la consecución de ciertos objetivos de aprendizaje, tanto estadísticos (100 % de alfabetización) como menos tangibles (ciudadanos maduros e implicados), «añadiendo valor» al trabajo de educadores anteriores (entre ellos a familias y comunidades) o destacando las principales dimensiones del docente que según consta influyen en la eficacia (véase el Capítulo 3). Sean cuales sean los valores asignados a estos indicadores, es importante definir la misión de la política de forma que se relacione el trabajo de los docentes y los objetivos educativos básicos y universales (Moon, 2013: 22-25; OCDE, 2005: 30-33; Banco Mundial, 2013).

La motivación de los docentes para hacer el mejor trabajo que puedan con la formación y las herramientas de las que disponen es un componente fundamental de la eficacia. Sean cuales sean los incentivos educativos o materiales para que los docentes realicen bien su trabajo, no compensarán las situaciones de desmotivación y desinterés por la enseñanza y el aprendizaje (aunque ambas son dimensiones primordiales de la cuestión, véase el Capítulo 3). Por tanto, la política docente debe definir un objetivo general para lograr la máxima motivación (y sus otras dimensiones, por ejemplo, la dedicación a las tareas y a los alumnos) de todos los que entran en el mundo de la enseñanza (Bennell, 2011).

Un tercer principio dentro la declaración/objetivos de la misión de la política debe ser la obtención de los máximos niveles de profesionalidad del docente. La profesionalidad tiene muchas dimensiones, las más importantes son presumiblemente los elevados niveles de educación/formación, las habilidades profesionales, el cumplimiento de deberes y responsabilidades y la mayor autonomía en la toma de decisiones. Incluso, o especialmente, en sistemas educativos en los que falten uno o todos estos factores (por ejemplo, debido a un gran número de docentes poco cualificados, o al control estricto del trabajo de los docentes mediante una supervisión total y pruebas estandarizadas), una buena política docente establecerá sus propios objetivos con el máximo nivel profesional (OIT/UNESCO, 1966: arts. 6, 61-63, 66, 71-73).

2.2 Bases y directrices para una política docente

2.2.2 Objetivos, términos de referencia y calendarios