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Para empezar a programar tu sesión de estudio, te puedes preguntar: ¿Qué debo hacer hoy? ¿Quizá revisar un tema estudiado en clase? ¿O empezar a escribir el trabajo que necesito entregar el mes próximo? Acostumbrarte a trabajar con un plan, establecer metas y cumplirlas, te dará una gran satisfacción y te ayudará a motivarte aún más.

Tal y como se explica en el vídeo sobre la práctica intercalada, si estudias durante períodos largos, intenta cambiar de actividad cada cierto tiempo. Piensa primero en tus objetivos a corto plazo, como, por ejemplo, escribir un trabajo. A continuación, divide las tareas más extensas en fragmentos manejables que puedas llevar a cabo dentro de una sesión de estudio: por ejemplo, si tienes que redactar un trabajo, posibles tareas más concretas pueden ser elegir el tema, buscar bibliografía, diseñar un índice de contenidos, etcétera.

Al dividir una tarea en partes, te resultará más fácil hacer todo lo que has planeado para cada sesión de estudio. Recuerda, no obstante, que a veces tienes que ser flexible y dejar alguna tarea para otra sesión. Por ejemplo, si te bloqueas con alguna actividad, déjala de lado y vuelve a ella más tarde o en otra sesión.

Además, ten en cuenta que no se rinde siempre igual. Piensa qué momentos del día o de la tarde son mejores para ti para estudiar y piensa en los momentos en que sueles estar más cansado o tienes menos capacidad de concentración. Si no tienes otra opción y tienes que estudiar durante los momentos en los que no tienes tanta capacidad para concentrarte, ocúpate de una tarea que te resulte fácil y que no conlleve una gran capacidad de concentración. Por ejemplo, puedes escuchar material grabado, repasar un texto que conoces bien u ordenar notas que acabas de tomar en una clase. Estas actividades tienen el beneficio adicional de reforzar lo que has aprendido previamente y también ayudan a que tu confianza crezca.